sábado, 11 de noviembre de 2017

La única dieta


En este régimen descubrió que podía regular su peso a voluntad con solo concentrarse en ello. Continúo el régimen hasta el invierno, cuando agrego algunas verduras para mantener el calor de su cuerpo.

Un día, sentado a la mesa con los demás monjes, se dio cuenta súbitamente de que la “discriminación” que hacía con respecto a sus alimentos era un obstáculo a su práctica Zen. Entonces coloco cara arriba su cuenco invertido y acepto la comida del monasterio que había rechazado tanto tiempo. Posteriormente continuo aceptando cualquier alimento que se le ofreciese como lo mejor para él.

Más adelante abandono el monasterio para comprar una granja en el norte de California y dedicarse al cultivo de hortalizas y el cuidado de ganado. Su mesa era servida con lo que estuviese listo para cosechar en el día.

Le pregunte que había aprendido sobre la dieta “adecuada”. Reflexiono un instante y me dijo: “es un estado de la mente”. Su teoría era que, cuando uno come una zanahoria, no son las células de zanahoria las que se transmutan en nuestro cuerpo para convertirse en materia viviente. Sobre la base de su experiencia con las manzanas pensaba que el alimento que ingerimos pone nuestros sistemas en sintonía con un código vibratorio. Entonces absorbemos energía vital pura a través de la respiración y creamos nuevos tejidos sobre la base directa del pensamiento.

Tomado del prólogo.

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