La fuerza de los pensamientos
Uno de los grandes temas de los últimos años es la posibilidad de mejorar nuestra vida si cambiamos nuestra forma de pensar. ¿Lo ha probado ya? Y, ¿funcionó?
Si pensar de modo diferente fuera tan sencillo, todos los lectores de El secreto serían dueños de un Ferrari rojo, no tendrían que trabajar más y podrían estar tomando el sol en la cubierta de su barco en la Costa Azul. «¡Solo hay que pensar positivamente!» es el lema de muchos gurús de la motivación que entusiasman a las masas que, a menudo, han pagado mucho dinero por este mensaje y buscan esperanzados seguir sus pasos.
Se pasa por alto el hecho de que la mayoría de las personas no tiene oportunidad alguna de cambiar sus vidas, porque solo son capaces de hacer lo que les permite su propio programa subconsciente, que, en muchos casos, está controlado por el miedo.
Solo pueden ver la película que ese día ponen en la tele porque no son capaces de cambiar por sí mismos de canal. Hay muchas otras tecnologías aparte de la televisión, pero ese no es el tema aquí.
Se trata de despertar y darse cuenta de que es posible mejorar de verdad nuestra propia vida y de cómo es posible. Lo primero que hay que saber es que, en realidad, nosotros no elaboramos nuestros propios pensamientos; no tenemos una verdadera
opinión propia, sino la opinión y el correspondiente razonamiento que representa nuestro entorno social, por ejemplo, los padres, los medios de comunicación, los amigos, el equipo de fútbol, el grupo de yoga, etc. Está en la naturaleza del ser humano adaptarse para ser aceptado y amado. Pero, con frecuencia, nos saltamos la oportunidad de experimentar algo nuevo porque, en un primer momento, nos parece más seguro evitarlo. La verdad es que nuestro campo energético (también el ADN de nuestras células) está programado con información que nos dejar tener ciertos pensamientos y llevar a cabo determinados comportamientos; de ahí surgen las costumbres y, con ello, las condiciones de vida. El único modo efectivo que yo conozco consiste en modificar de forma consciente la información original, los códigos luminosos. Si no, el plan de pensar en algo distinto de ser guapo y rico se quedará en nada.
Naturalmente, en este punto quiero recordarle que nos encontramos en la conciencia, que interacciona con una matriz de información sin límites. Realmente, cuando uno ha comprendido cómo funciona, es un espacio sin fronteras. Así, también es posible vivir la verdadera libertad y expresar sin limitaciones lo que uno desea. Mientras uno desee algo y al mismo tiempo tenga miedo de que no salga bien, no lo conseguirá. En primer lugar, porque se supone que uno no lo tiene actualmente. A esto hay que añadir que la energía del miedo constituye un bloqueo.
Nosotros no elaboramos nuestros propios pensamientos.
Pensar positivamente sirve de poco cuando se tiene miedo.
Nuestra forma de pensar y los programas tienen un código.
Los deseos son bloqueos.
La auténtica libertad es posible.
Los deseos son bloqueos
Desde la infancia estamos programados para desear algo por nuestro cumpleaños y en Navidades. Sin embargo, por mucho que deseáramos algo, por muchas notas que dejáramos sobre el alfeizar de la ventana y por muy bonitas que fueran las cartas que escribíamos por Navidades, solo conseguíamos los deseos que nuestros padres podían permitirse o que consideraban adecuados. Son muy pocas las personas que son felices sin desear nada. La sociedad de consumo hace todo lo que está en sus manos para generar nuevos deseos y programar el subconsciente a través de la publicidad. ¿Nunca se ha sorprendido al ver, de repente, cosas sobre la cinta de la caja que no estaban en su lista de la compra?
¿TODAVÍA LE QUEDAN DESEOS O ESTÁ SEGURO DE TENERLO YA TODO?
Puede que esta pregunta sea inusual, pero si trabaja con la recodificación cósmica pronto se dará cuenta de que esta marca la diferencia. El proceso de desear algo sigue un razonamiento por el cual anhelamos lo que no tenemos y, tal vez, implica la
siguiente idea: que no lo merecemos, que no somos lo suficientemente buenos, etc.
Durante muchos años he tratado con mis clientes los programas del subconsciente y los patrones de pensamiento, y todavía me sigue sorprendiendo la cantidad de disparates que hay establecidas en nuestro subconsciente; incluido el mío. A menudo, este es como una bajante que se ha atascado y por la que no pueden pasar energías positivas.
¿De qué estoy hablando aquí? De uno de los mayores misterios del universo y de los trucos a los que está asociado. Si usted considera que hay algo que no tiene, esa creencia se reforzará en cualquier ritual para cumplir los deseos que realice. Es la antigua conciencia: Soy un ser humano, soy materia y deseo algo que los demás de ahí fuera tienen y yo no.
El truco más importante
No podemos introducirnos en el pasado con nuestros miedos ni tampoco vivir una futura decepción. Lo que acabo de describir lo experimentaremos solo cuando pasamos a través de la puerta del cosmos. Cuando estamos en unisonancia con nuestra alma y con lo que queremos expresar. Además, solo estamos en unisonancia con algo cuando la información luminosa y los códigos cósmicos se corresponden y vibramos en la misma frecuencia. Vibrar en la misma frecuencia significa que podemos percibir lo que deseamos con todos nuestros sentidos. Y entonces es cuando nuestro deseo se realiza.
Si partimos de la base de que somos mera conciencia y formamos una sola cosa con todo, y luego vemos cómo nuestro deseo ya es una realidad que vivimos de forma emocional, entonces es que es así y no puede ser de otro modo.
La realización del deseo tiene lugar en el campo del punto cero, al otro lado de la
puerta del cosmos, donde no existe ni tiempo ni espacio. Con un poco de práctica su
conciencia puede hallarse allí, y cuantas más veces viva la realización de su deseo, mejor funcionará, ya se trate de mejorar su salud, su situación financiera o su relación de pareja. Las ondas de energía se forman mediante determinada información, los códigos cósmicos, los cuales percibimos en forma de materia.
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